domingo, 19 de agosto de 2012

Poder y Libertad


Me propongo indagar entre el poder y la libertad. No me refiero al poderoso que limita la libertad de terceros, me refiero al poder y la libertad en la misma persona.

En general se entiende que para ser libre, es necesaria cierta cuota de poder, como mínimo poder sobre la propia persona.  Parece que por la propia definición de esclavitud, un esclavo no es libre ya  que ha perdido el poder de decisión sobre su propia vida.  Sin embargo, ya San Pedro Claver observó que aún los esclavos podían tomar decisiones morales.  Cuando llegaban a Cartagena de Indias  los barcos negreros luego de una larga  travesía desde el Africa, traían en terrible condiciones de hacinamiento, mugre y enfermedad  a los pobres esclavos.  Algunos, llegaban moribundos y San Pedro Claver se ofrecía para oírlos en confesión, ya que decía que no habían perdido la capacidad de pecar u optar por el camino recto.  Es decir que para éste Santo, la ausencia total de poder no implica la pérdida total de la libertad, por lo menos la libertad de vivir una vida moral.
Dos filósofos estoicos se ocuparon del poder y la libertad, los dos muy importantes y en las antípodas de la escala social, uno fue Marco Aurelio, emperador de los romanos, el otro Epícteto, esclavo romano. Ambos dicen esencialmente la misma cosa, pero desde sus perspectivas diferentes: Marco Aurelio dice que aún en un palacio se  puede vivir bien (para Marco Aurelio vivir bien equivalía a tener la libertad de actuar de acuerdo a las propias convicciones), Epícteto decía que se puede ser feliz también en un potro de tormentos, y para Epícteto la felicidad era tener la libertad de vivir moralmente.

Observemos entonces que ni Marco Aurelio ni Epícteto consideran que el poder o su ausencia determinen la libertad de las personas, ya que definen la  libertad como  la capacidad de llevar (mientras dure) una vida moral.  Esta definición de libertad, es la que luego utiliza San Juan cuando dice “La verdad os hará libres” (Juan 8:30), y que luego recoge la Iglesia  Católica con su fórmula “no existe libertad en el error”. Es decir, si bajo una pretendida libertad persistimos en el error, no somos realmente libres, somos esclavos del error.
La sensibilidad moderna entiende a la libertad no sólo como la capacidad de tomar decisiones morales, con lo que sería independiente del poder o del no poder, si no como la capacidad de ejecutar nuestras decisiones.  Es decir, la libertad no es sólo  la capacidad no de resolver en mi intimidad psíquica,  es la capacidad  de actuar en el mundo.
Entendida la libertad de esta forma, tener cierto poder parece ser un requisito indispensable para ser libre. 

Carlos Drummond, exquisito escritor y poeta portugués, escribió una nouvelle sobre éste mismo tema:  “El banquero anarquista”.  En ella relata las peripecias de un anarquista  que veía su propia libertad menoscabada en los propios mitines anarquistas, donde  no lo dejaban integrar la lista de oradores o la hacían callar. Reflexionando sobre el tema, el anarquista piensa que para lograr el fin anarquista de una sociedad más libre, debía comenzar por liberarse él, y que solamente el rico tiene el poder para ser libre.  En consecuencia, el anarquista se transforma en banquero.

¿A mayor poder mayor libertad? ¿Es el hombre más poderoso el más libre? Marco Aurelio que era el emperador sabía que no, por eso nos dice: “Aún en un palacio se puede vivir bien”.  Si no hubiese dicho que sólo en un palacio se puede vivir bien.  La persona que tiene el poder, aún si es absoluto y desea mantenerlo,  se verá obligado a ciertas acciones  de premio a sus seguidores y castigo a sus oponentes.  Estas acciones pueden no coincidir con sus deseos, pero se ve “obligado” por las circunstancias a hacerlas.  Recientemente leí “El Imperio eres Tú”,  de Javier Moro, sobre la vida de Don Pedro I, emperador del Brasil.  Moro se detiene en las relaciones entre el poder y la imagen pública, y describe cómo la opinión pública limitaba la capacidad de acción del Emperador.  el Emperador tenía limitada su capacidad de acción por la “opinión pública”.  Esto ya lo había comprendido Maquiavelo: “Un príncipe no debe tener todas las cualidades morales pero debe parecer tenerlas.”  Es decir,  la libertad del príncipe está limitada por las apariencias que debe mantener  y no es absoluta.

Sean estas reflexiones un consuelo para el Presidente Mujica, que siente que no tiene poder ni libertad.  No recuperará su poder ni su libertad mientras no sea el presidente de hombres que deseen ellos también ser libres, y sólo la verdad puede liberarlos.