Vi por televisión un encendido alegato del diputado Luis Puig a favor de la derogación de la ley de caducidad. Explicó que su lucha era por la verdad, la justicia y nunca más dictadura. Según su argumentación, la mejor manera de asegurar de que de ahora en adelante los gobernantes respeten la Constitución es que tengan la seguridad de que su violación será siempre penalmente castigada. Por lo tanto, el permitir castigar a los dictadores de ayer, disuadirá a los posibles dictadores del mañana.
No se puede negar que uno de los elementos disuasorios de una conducta criminal es la certeza de la pena. Por lo tanto, su argumento es muy atendible, y defiende valores muy importantes para nuestra sociedad.
Plutarco, historiador romano, escribió un libro que llamó “Vidas Paralelas”, donde compara las biografías de parejas de personajes, uno griego y otro romano, y muestra sus similitudes. Por eso, al pensar en nuestro último dictador, el general Álvarez, se me ocurrió compararlo con el libio Gadafi.
En Libia el dictador Gadafi intenta mantenerse en un poder mediante la fuerza militar, y ataca a la oposición, que si bien armada, cuenta con armamento mucho menos poderoso. La OTAN apoya a la oposición y bombardea a las fuerzas de Gadafi. Indudablemente el más elemental sentido de la justicia indica que Gadafi debería ser juzgado y castigado por sus crímenes (¡Justicia y Castigo!), pero en la práctica esto significaría la continuación de la matanza. Los diplomáticos de los países de la OTAN, con aparente buen sentido, intentan parar las muertes y negociar con el dictador para que abandone Libia y le ofrecen refugio en algún país de clima agradable, donde pueda disfrutar libremente de su fortuna mal habida. Saben muy bien que si van a Gadafi ofreciéndole la cárcel o la horca, este difícilmente aceptará el trato.
En el Uruguay, a fines de la presidencia del General Alvarez, el gobierno militar se veía muy debilitado. Su derrota política en el plebiscito de 1980 les demostró que no contaban con el apoyo de la mayoría de la población; posteriormente, en 1984, luego de haber asegurado Álvarez por televisión que tal cosa no pasaría, el gobierno se vio obligado a devaluar, en medio de una crisis económica que aumentó su descrédito. En esas circunstancias, se realizó el “Pacto del Club Naval” entre los militares y civiles desarmados del Partido Colorado, la Unión Cívica y el Frente Amplio (los blancos se negaron a participar). Como consecuencia de este pacto, los militares entregaron pacíficamente el poder, y no hubo de lamentar ningún hecho de violencia.
Nunca se aclaró si el pacto tenía una cláusula secreta de amnistía para los militares, pero dado que los civiles demócratas que negociaron no tenían ejércitos ni armas, pensamos que tuvieron que utilizar sus dotes retóricas y negociadoras. Dudo que el general Álvarez hubiese aceptado una propuesta del tipo: Usted deja del Palacio de Gobierno, y se va derechito a la cárcel.
Como vemos, la salida de la dictadura de Álvarez, se hace con parámetros similares a los que se buscan para la salida de Gadafi, pero en Uruguay no teníamos en ese momento a las tropas de la Otan bombardeando al cuartel de Blandengues.
Me gustaría preguntarle al diputado Luis Puig por qué durante las conversaciones del Club Naval no se paró en la vereda de enfrente con una pancarta de “Juicio y Castigo”. A lo mejor la sugerencia es injusta, pues en ese momento el diputado pudo haber estado preso, exilado o temiendo por su vida. Justamente por eso es que se pactó lo que se pactó. ¿Me entiende diputado? Todos queremos justicia, pero más quisimos vivir.
14 comentarios:
Interesante articulo como siempre. Estoy de acuerdo con usted en que en el momento de las neogociaciones en el club naval era virtualmente imposible juzgar a los militares.
Reclamar justicia en ese momento seria mantener una postura del tipo "hagase justicia aunque se hunda el mundo"
Pero ahora si es posible juzgarlos, esa es la diferencia. Usted dira que hubo un pacto y que hay que respetarlo. En una republica sin embargo, un pacto de tipo politico de esa clase deberia quedar invalidado. Es decir el poder judicial deberia romper dicho pacto politico por la simple razon de que los pactos politicos que violan derechos fundamentales deben ser invalidados.Como se suele decir, la justicia es ciega.
Por eso pienso que este muchacho puig en el fondo tiene razon.
Sobre gadafi creo que hay una diferencia importante: cuando alvarez abandono el poder seguia teniendo militares leales, lo que signfica que el tipo en los hechos todavia tenia poder. Si gadafi abandona el poder y se va a otro pais, no tendra a nadie -lo cual lo vuelve muy vulnerable a que se le inicio juicio. Los pactos que se hagan ahora se podran romper despues. Creo que gadafi es conciente de esto y por ello creo que no va a abandonar el poder por las buenas.
Nicolás: ¿Nunca le dijo a su perro: "Fido, mañana te saco a pasear", y cuando llega mañana llueve? Alguien dijo que hay que cumplir con las promesas, hasta la que se le hace al perro. Esa es mi posición.
Uno puede cumplir con las promesas y pactos que uno hace (si quiere). Uno no puede hacer una promesa o pacto y esperar que otros la cumplen. Recuerde que esto (Uruguay) al menos en teoria es una republica y la justicia en una republica es independiente. Los gobernantes por lo tanto, no tienen potestad para prometer como debe actuar la justicia.
Sr. Galarza, podría darle cien razones dignas para romper una promesa si Ud. me concediera el espacio suficiente, por ahora sólo le dejo una cita:
"Toda persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia."
Michel de Montaigne
Saludos,
Jorge.
Estoy de acuerdo con Nicolás con que no era el momento de decir: Fiat Justitia, ruat caelum (no me puedo resistir a los latinazgos). También estoy de acuerdo en que el pacto no podía obligar a la justicia, poder independiente. De hecho, la Justicia declaró nula la ley de caducidad. Sin embargo, llegado el momento ni tirios ni troyanos se mostraron proclives a respetar su independencia, blancos y colorados, al votar una ley que limitaba la actuación de los jueces, y ahora frenteamplistas al votar una ley interpretativa de otra.
Jorge: ¿Cuáles serán las consecuencias si rompemos nuestras promesas? ¿Inmediatas y mediatas? Me podrá dar cien razones, ¿serán todas valederas? En definitiva, ¿no se preocupa por la salvación de su alma? (tampoco me resisto a un comentario pascual)
Acabo de leer en el diario, que el presidente de Yemen ofrece renunciar a cambio de inmunidad para él y su familia. ¿Aceptarían o no la oferta? Sospecho que no es muy buena persona. ¿Cambia esto algo? ¿Cómo?
Sr. Galarza, es usted un principista. Lo admiro pero no lo envidio. Prefiero ser pragmático: prometo de buena fé, y cumplo siempre que el beneficio sea mayor que el daño. En caso contrario, me basta con dar buenas y fundamentadas razones. Para su tranquilidad, prometo no prometerle nada.
Saludos.
Estimado Jorge: "y cumplo siempre que el beneficio sea mayor que el daño". Seguramente no es el caso suyo, pero he conocido a muchísimas personas que computan el beneficio propio e ignoran el daño ajeno.
Y sí, uno trata de ser objetivo pero siempre está el riesgo... Todo gira en torno a la buena fé. ¿Fue Cicerón que dijo "Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión ajena"?
Saludos.
Viene tan elevado todo el canto que no me atrevo a eructar un aporte. Se volaron al cielo del honor y los pactos, en tanto yo me quedé en el suelo de los votos. Pensemos lo que pensemos, todos los honores se mancillaron en aquella época. el de los que corrieron a los cuarteles a ver si eran amigos, el de los que entregaron el poder a cambio de sobrevoladas o subyacentes amnistías, el de los que las acordaron sin animarse a decirlo, el de los que metieron el caballo de Troya del Art. 4 en vez de elevarse y reeditar aquél único y -a pesar de ello- siempre olvidado ( de octubre "sin vencidos ni vencedores". Y ahí sí que hubo violencia, no como en esa guerrita de morondanga donde, para dolor de todos, murieron cincuenta o sesenta personas.
Pero al pueblo no hay honor que le mueva: Sabio como Sancho, dijo: Yo quiero vivir tranquilo, no tengo ganas de andar atrás de nadie, déjenlos (a todos) irse en paz para su casa y empecemos todos una nueva vida como país. Eso es lo que no toman en cuenta los interlocutores que me anteceden en su sesuda y elevada y cuasi bizantino debate: Sancho habló. dos veces. Finíshela.No hay más perro que el de chocolate. Y, cuando escucho hablar de la Suprema Corte, pasada la náusea que siempre me provocan los exquisitos palaciegos, pregunto: ¿dónde estaban cuando los demás nos tuvimos que meter en la mierda hasta el cogote para sacar el país de las manos en que estaba y devolverles villas y castillos? ¿Por qué se sienten en considiones no sólo de juzgar sino de enmendarle la plana a su también soberano? ¿No es constitucional lo que el pueblo decidió? Pues cambien la constitución, porque no hay más constituyente que el Pueblo alzado en urnas. Todo lo demás, es paja.
Berp.(Cuuch chancho.)
Perdón.
Lic. Lappe, leí su aporte en las primeras horas de la tarde de hoy, y hasta este momento, por principios, estuve buscando la forma de contradecirlo. No la encontré.
Así que no me queda alternativa que reconocer que tiene Ud. razón.
Pero con respecto al Pacto del Club Naval, me ne frego.
Una vez más debo agradecer al Sr. Galarza el amparo de su blog. Saludos a ambos.
Pues yo no estoy de acuerdo, ni con Eldo ni con Jorge. Creo que la diferencia es que ambos creen que la democracia es un buen sistema, mientras que yo creo que es sólo el menos malo. Estoy en contra del absolutismo del soberano, aún cuando el soberano sea el pueblo.
Seis meses después de estos intercambios eruditos, dicho sin ningún ánimo peyorativo, observo que el soberano se expidió dos veces y los progres se limpieron la cara de mujika (es fino, no?)con su opinión. Y el otro que dijo públicamente que lo único que se podía hacer era respetar la opinión popular y no enmendarle la plana, firmó la promulgación muy rapidito coherente con su política de "como te digo una cosa, te digo la otra". Y sigue disfrutando de la amnistía que le niega a quienes lo combatieron.
Como diría Arana mientras cuenta las pérdidas del casino, "dan asco".
Leroux
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