El señor Robert MacNamara, fue secretario de defensa norteamericano durante la guerra de Vietnam y posteriormente presidente del Banco Mundial. Murió en el 2009. No creo que sea santo de devoción de los sectores “progresistas”.
Sin embargo, fue una persona lúcida y honesta intelectualmente (hay ciertas dudas sobre su honestidad política, por el engaño del Golfo de Tonkín).
Antes de encumbrarse en la política y en las finanzas, MacNamara, durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó en la Oficina de Control Estadístico, que se encargaba del seguimiento de las misiones de los bombarderos B29. La costumbre era que habiendo salido un bombardero en misión, la tripulación, mientras se acercaban al objetivo, iba revisando la operación del aparato, si encontraban un error, se abortaba la misión y se volvía a la base. MacNamara descubrió que el grado de errores detectado era anormalmente alto, y dedujo que lo que ocurría era que la tripulación sentía miedo, y tendía a imaginar errores para escapar del riesgo. MacNamara convenció al mando que prohibiese que un avión que había ya despegado volviese antes de desempeñar su misión. De esta manera logró incrementar mucho la eficiencia de los bombarderos. No debió ser fácil convencer al mando que el problema era el miedo de los aviadores.
Hace unos años lo vi en un documental, referirse a la ética de los bombardeos. Creo que el periodista le preguntó si se podía justificar el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki , MacNamara respondió que mucho peor fue el bombardeo de la población civil de Tokio con bombas incendiarias. Como las casas eran de madera, murieron decenas de miles de japoneses. Terminó diciendo: De haber perdido los Estados Unidos la guerra, hubiésemos sido juzgados y condenados por crímenes de guerra.
¿Porqué MacNamara dijo, en plena guerra, que los aviadores norteamericanos tenían miedo? Porque su responsabilidad era mejorar la eficiencia de los bombardeos.
¿Porqué dijo que el bombardeo de Tokio fue un crimen de guerra? Porque era cierto, y alguien tiene que decir la verdad.
En el Uruguay vivimos una guerrilla Tupamara y una dictadura cívico-militar. Ambas partes se han dedicado los últimos 25 años a decir lo que queda lindo.
1 comentario:
Se ve que andamos en sintonía, una vez más.
En un artículo (http://eldo-lappe.blogspot.com/2010/12/se-valora-su-esfuerzo-puede-y-debe.html) escribí:
El Siglo XX es generoso en ejemplos de cómo se gana y cómo no se gana una guerra. A comienzos de 1945 las previsiones para terminar la guerra del Pacífico eran DOS MILLONES DE BAJAS entre los Aliados. El Presidente Truman soltó la bomba, mató a cien mil civiles y terminó el conflicto.
Terrible en términos de sensibilidad humana general y magnitud individual, la cifra significa el 5% del cálculo inicial y baja al 2% si contamos las pérdidas humanas militares japonesas.
¿Qué tenemos pues? Un acto casi unánimemente condenado por la Cátedra, que para ganar 98 elige perder 2. ¡Que disparate ¿no? ¡Qué asesino!
Con todo respeto por las víctimas civiles de Hiroshima y Nagasaki. Ese 98% son casi 4 millones de vidas salvadas directamente, que se transforman en por lo menos 112 millones de personas más que hoy andan por el mundo, descendientes directos de los que no murieron entonces. (Cuatro generaciones arrancando en 4 millones en el 45, a dos hijos promedio, rubio más ponja menos).
En esa misma guerra, los mismos yankees ___________ (fill in the blank con la frase adjetiva deseada) decidieron no escuchar las recomendaciones de sus Generales y detuvieron el avance en Alemania, con lo que se compraron el rico problema de la Cortina de Hierro y posiblemente la Guerra Fría y su primogénita, la de Corea. Por no hacer lo debido en ella (que era medio brutal otra vez) permitieron la división del país. Gracias a eso, Pyong Yang es hoy, más que “a pain in the ass” para enemigos y benefactores de entonces, una afrenta a la evolución y un riesgo nuclear mundial.
Militaristas estamos, Lappe, dirás lector. No, che: apenas me permití un pensamiento estratégico. Estoy aprendiendo que salvar vidas es un principio que compartimos civiles y militares; al igual que pasar tragos amargos para obtener resultados dulces.
Hacer lo que hay que hacer le llaman.
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