miércoles, 17 de septiembre de 2008

El petróleo rosado: ¿bendición o maldición?

A la mayoría de los petroestados no les va muy bien. Si pensamos en Arabia Saudita, Irán, Irak, Nigeria o Venezuela vemos algunos rasgos en común:

• Monoproducción. Todo lo que exportan es petróleo e importan todo lo demás.
• Pobreza cultural. Bajos niveles educativos.
• Apatía social. Falta de impulso por mejorar la propia condición y de la sociedad en su conjunto.
• Ausencia de democracia o democracia limitada

Uruguay parece haber descubierto el petróleo rosado con sus exportaciones de carne y de otros productos agrícolas, que han visto multiplicar su precio, y para mayor honra de nuestros estancieros y agricultores, el volumen producido.

¿Podré el Uruguay encaminarse a un destino similar al de los anteriores petroestados?

Sí, en la medida en que las estructuras económicas resulten similares, pero no si se toman las medidas correctas.

Debemos comenzar por comprender qué sucede cuando las ventajas comparativas de un país cambian rápidamente, y se concentran en unos pocos bienes como el petróleo en los primeros países mencionados, o la carne y otros productos agrícolas en el nuestro:

La producción de los bienes más rentables crece, y concentra mayores recursos económicos. En el caso del petróleo, o de la carne y productos agrícolas, el aumentar la producción no implica un aumento importante de la mano de obra. Las exportaciones crecen, y aumenta la oferta del dólar, por lo que el peso se aprecia. Esto hace que el costo de nuestras importaciones sea menor, y que en muchos casos resulte más rentable importar bienes que producirlos internamente. En un caso extremo, esto es lo que sucedió en Venezuela que llegó en bonanzas anteriores del petróleo a importar el pan.

Al concentrarse el ingreso del país en una producción con una demanda baja de mano de obra, no hay incentivos para mejorar la educación. Por lo menos en el caso del petróleo, el Estado obtiene sus recursos de los impuestos a la exportación petrolera, y concentra una proporción muy grande de los ingresos del país. Esto concentra el poder en el gobierno, lo que no es nunca bueno para la democracia. El estado se ve inclinado a ejecutar políticas asistencialistas, y un porción cada vez mayor de la población vive de las dádivas de gobierno de turno.  

Uno presupone que países como Nueva Zelanda, que debe estar viviendo una bonanza similar a la nuestra, no bajará el nivel educativo de su población ni verá deteriorarse su sistema democrático. 

El Uruguay también podrá, con un manejo responsable, aprovechar el contexto favorable y esquivar las maldiciones del petróleo rasado; presento algunas sugerencias pero precisaremos más ideas:

a) Permitir que las exportaciones de carne y productos agrícolas crezcan acompañando la demanda. Cuanto más dinero ganemos, tendremos más libertad de opciones.
b) Cuidar que las utilidades sean sustentables. No incentivar políticas que por un aumento inmediato de la producción hipotequen la posibilidad de seguir vendiendo en el futuro.
c) Incentivar la investigación en las áreas que producimos mejor. Queremos ser los que más sabemos de producción de carne y productos agrícolas. Si somos los que más sabemos, en un futuro cercano venderemos no sólo nuestros productos, sino también nuestro conocimiento.
d) No queremos que el dólar caiga excesivamente. Para ello debemos aumentar la demanda interna de dólares: para importar más o para invertir afuera. Aprovechemos esto para diversificar el riesgo, hagamos que las AFAPS inviertan los foros de retiro en otros países con una economía complementaria de la nuestra.


Si alguno de mis lectores tienen otras propuestas, los invito a exponerlas.

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